El cambio de dinastías en la Corona Española
En el siglo XVIII, se produjo un cambio de dinastías en la Corona Española después de que el último rey de los Habsburgo, Carlos II, dejara el trono al príncipe borbón Felipe de Anjou. El gobierno borbónico implementó una serie de cambios económicos y políticos en las colonias americanas para estimular su economía, mejorar su gobierno y promover el desarrollo fiscal. El objetivo de las reformas era tener un impacto positivo en la economía española.
Reformas administrativas y militares
La mayoría de los cambios en las colonias americanas se implementaron en la segunda mitad del siglo XVIII. El primer conjunto de medidas consistió en dividir el Virreinato del Perú, donde Venezuela, Colombia, parte de Ecuador, Guyana y parte del norte de Brasil formarían el nuevo Virreinato de Nueva Granada, con Bogotá como su capital. El Virreinato del Río de la Plata incluía Argentina, Paraguay, Uruguay y la mayor parte de Bolivia, y tenía a Buenos Aires como su capital. Estos cambios administrativos llevaron a la sustitución de los corregidores y descentralizaron el poder que tenían los virreyes, capitanes generales y gobernadores. Los nuevos intendentes eran directamente responsables ante la Corona y se encargaban de asuntos económicos y políticos.
El gobierno de los Borbones creó una fuerza militar organizada en sus colonias con una organización y jerarquía basada en la raza, con grupos de blancos, negros y mestizos. Los rangos superiores eran ocupados por peninsulares, seguidos por criollos, y los negros y nativos se encontraban en la base de la jerarquía. Los Borbones también deseaban un gobierno más secular en las colonias y en 1767 expulsaron a los jesuitas. En poco tiempo, los jesuitas habían acumulado considerable riqueza y poder en el gobierno colonial, durante el cual contaron con el apoyo de los Habsburgo para convertir a los nativos al catolicismo y realizar labores misioneras.
Reformas económicas y comerciales
Las nuevas reformas liberalizaron parcialmente la economía, creando nuevas rutas comerciales como los puertos de Buenos Aires y Caracas, mientras que el Callao-Lima ya no tenía el monopolio comercial en América del Sur. En 1778, el rey Carlos III promulgó el Decreto de Libre Comercio, mediante el cual los puertos americanos podían comerciar libremente entre sí y con los puertos de España. Se incrementaron y modificaron los impuestos para hacer más eficiente la recaudación de impuestos.
Con el fin de promover algunas industrias, como la minería de plata y el tabaco, el gobierno les otorgó deducciones fiscales. La clase comercial local, los criollos (españoles nacidos en Perú) y los mestizos (mezcla de españoles y nativos peruanos), se vieron afectados por los nuevos cambios que implicaban un control más estricto, más competencia y menos ganancias. La economía del Virreinato del Perú comenzó a deteriorarse lentamente, una situación que favoreció las rebeliones indígenas.
Muchos criollos habían logrado avances en el gobierno local y compraron cargos en los altos tribunales o audiencias. Bajo las nuevas leyes, estos avances se revirtieron y a los criollos no se les permitía ocupar altos cargos en el gobierno, que estaban reservados para los peninsulares (españoles nacidos en España). Esta situación contribuyó al creciente descontento de la sociedad criolla y, en consecuencia, comenzaron a resentir al gobierno español.